Leyendas de Toledo maridadas con vino

Leyendas de Toledo

Toledo es en sí misma un enclave rebosante de historia. Tantas y tantas vivencias han albergado sus muros, que la magia, el misterio y las leyendas se han apoderado de la ciudad de Toledo.

Hasta el recoveco más recóndito de la ciudad esconde cautivadoras historias y leyendas que siguen latentes en la actualidad. Sin duda, Toledo es uno de los destinos favoritos pa

Por ello, no hay mejor pasatiempo que ojear las leyendas más célebres de Toledo; por supuesto, leyendas maridadas con el excelente vino de La Mancha.

Leyendas de Toledo: ‘Una noche toledana’

Una noche toledanaFotografía: «O César, o Nada»

Seguro que os suena la frase ¡vaya noche toledana que he pasado! Esta expresión, que hace referencia al desvelo nocturno (no pegar ojo), nace de esta famosísima leyenda de la ciudad.Cuentan que en el año 797 d.C., reinaba en el emir de Córdoba Al-Hakam I. Conocido por sus prácticas déspotas y crueles se ganó, a pulso, el descontento del pueblo toledano.

El gobernante, harto de la rebeldía e insubordinación de los lugareños, trazó un minucioso plan. Nombró como gobernante de la ciudad a un tal Amrus, al que le dictó los pasos a seguir. La estrategia del emir cordobés comenzaba con hacerles creer que el nuevo gobernador presidiría la ciudad de manera independiente. Además, escucharía sus peticiones y reivindicaciones.

La táctica dio grandes resultados y el nuevo gobernador, con grandes dotes oratorias, se ganó la confianza y el respeto del pueblo. Al-Hakam, con la excusa de traer a la ciudad a su heredero, invitó a toda la nobleza toledana a su residencia.

Los asistentes, a ojos cerrados, acudieron a la cita con sus mejores galas. No obstante, la noche se convertiría en un verdadero baño de sangre. La guardia del príncipe aguardaba tras la puerta para acabar, uno por uno, con los insurrectos toledanos. Fueron degollados y arrojados a un foso cavado adrede. El emir satisfizo sus deseos y calmó lo ánimos de la ciudad.

Maridar la leyenda con vino

Con esta historia tan sanguinolenta, lo mejor es dejar de pensar en las tonalidades rojizas. Podemos maridar la leyenda deleitándonos con  un excelente airén procedente (¡cómo no!) de viñedos de La Mancha Alta toledana

Leyendas de Toledo: ‘Las tres fechas’

Santo Domingo, calle toledanaFotografía Juan José Rentero (Flickr)

Uno de los poetas más famosos de la historia, Gustavo Adolfo Bécquer, vio en Toledo una fuente de inspiración para dar rienda suelta a su valiosa imaginación. Del convento de santo Domingo el Real se inspira esta misteriosa historia.

Cada vez que Bécquer visitaba la ciudad, siempre recorría una estrecha y poco concurrida calle mientras se dirigía a san Juan de los Reyes. En una ocasión, en una ventana de arco ojival, atisbó lo que parecía ser una bella dama. Cayó rendido a su imagen y anotó la fecha en la que la encontró; la tituló la ventana.

Meses después, el poeta regresó a la ciudad y no pudo resistirse a visitar el lugar donde conoció a la hermosa mujer. Ella seguía allí observándolo con sus grandes ojos. Bécquer volvió a anotar la fecha titulándola la mano.

Tiempo después, regresa por tercera vez a la ciudad. Volvió a pasar por el lugar que le tenía cautivado. Esta vez, la ventana estaba cerrada y no tuvo más remedio que marcharse. Por el camino escucho ruidos y cánticos procedentes del convento santo Domingo el Real.

La curiosidad pudo con Bécquer que se acercó a ver qué pasaba. Reconoció a una monja que estaba tomando el hábito: la bella mujer de la ventana. Sus miradas se cruzaron con desolación dando a entender que lo suyo sería un amor imposible. La tristeza y el dolor reinó en el corazón del poeta.

Maridar la leyenda con vino

Una leyenda marcada por los estragos del amor debe ser maridada con un buen crianza de la tierra; si es con sello de la Denominación de Origen La Mancha.

Leyendas de Toledo: ‘La dama de los ojos sin brillo’

Calle Aljibes, ToledoFotografía Leytol (Filkr)

Esta leyenda cobra vida en la primorosa calle de los Aljibes. El consejero de finanzas del rey, Don Sancho de Córdoba, a una fiesta organizada por la duquesa de Saboya. En el transcurso de la velada, una mujer llamó su atención por su asombrosa belleza.

El consejero, aprovechando el final de la cena, la invitó a bailar; ella asintió sin mediar palabra. Todo iba perfecto hasta que sonaron las campanas que invitaban a rezar por las ánimas. La mujer quería huir del lugar sola; don Sancho de Córdoba solo pudo dejarle su capa.

Ella le dijo que podría recoger su capa en el palacio de los Condes de Orsino (ubicado en la calle de los Aljibes). Al despedirse, el hombre se dio cuenta de lo gélida que estaba la piel de la mujer, así como la falta de brillo en sus ojos.

A la mañana siguiente, se dirigió al palacio con la excusa de recoger su capa. Le recibió un sirviente y le aseguró que la dama que describía había muerto años atrás. Atónito y sintiéndose engañado, pudo observar como en uno de los cuadros de la vivienda aparecía la mujer que había conocido la noche anterior.

Don Sancho de Córdoba se despertó a la mañana siguiente empapado en sudor y con fuertes dolores. Fue entonces cuando el sirviente llamó a su puerta. Había encontrado su capa en la tumba de la fallecida mujer: la condesita de Orsino.

Maridar la leyenda con vino

Ya decía Celia Cruz que las penas se van cantando en su famosa canción. Adaptamos esta célebre frase afirmando que las penas se van también con vino. Y si es un tinto joven de La Mancha toledana, mejor que mejor.

 

 

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